Una vasija, de barro, antigua, soportando las goteras de una casa que no es un hogar hace más de lo que aparentemente vale la pena recordar.
Suelo bromear, más en serio que una broma en sí, pero a fin de cuenta vale para lo mismo en los oídos de quienes escuchan, mientras asoman una escasa preocupación en la mirada y en el interior les importan un comino, así, sencillo, coloquial y directo; no les importa, en realidad que la vasija se va a romper.
Con el paso del tiempo la vasija ha ido asumiendo sus fisura, antigua, como las de antes, ya no las hacen así. Ha aguantado tantas gotas que nadie duda de sus capacidades, nadie,
nadie...
nadie ha dudado nunca.
Y a nadie le ha parecido pertinente ir a mirar.
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